Eveline Charmeux , en su obra “Cómo fomentar los hábitos de lectura”, distingue dos clases de lectura: la lectura funcional y la lectura de placer. Mediante la primera, los lectores obtienen información, solucionan problemas. Es la lectura necesaria para resolver un problema, para conocer las reglas de un juego o un deporte, para saber cómo se monta una máquina, etc. Mediante la segunda, se lee para divertirse, para pasar el rato, para explorar nuevos mundos.
He aquí unas cuantas líneas de actuación interesantes:
La primera: Crear en casa un ambiente de lectura.
La segunda: Hablar sobre libros. Oír cómo se comenta el interés -o incluso el aburrimiento, por qué no- que suscita la novela que tienes entre manos prolonga la actividad lectora; se crea una transmisión de saberes y de comunicación muy importante para cimentar el gusto lector.
La tercera: Leer los libros apropiados para tu hijo. Acercarse a la inmensa oferta actual de libros infantiles (¡Cuidado al elegirlos!) y compartirlos con los hijos va a suponer para muchos padres el descubrimiento de una literatura rica y variada, que proporciona momentos de conversación e intercambio con los niños.
La cuarta: Buscar entre esta oferta temas que conecten con sus aficiones. Hay libros infantiles sobre muchos campos y dirigidos a mentalidades y edades muy variadas.
La quinta: Convertir la televisión en una aliada, no en un enemigo. Si la pequeña pantalla es lo que realmente le engancha, hay que fijarse en sus programas y películas preferidos y tratar de buscar libros relacionados con su pasión.
La sexta: Conocer la biblioteca pública. Los libros de la sección infantil y juvenil de las bibliotecas públicas ofrecen muchos más libros de los que se puedan comprar en casa. Suelen celebrarse además actividades de animación a la lectura y encuentros con otros lectores.
La séptima: Tratar de averiguar qué tipo de lector es nuestro hijo y respetar sus ritmos. Hay lectores compulsivos, que no paran hasta que hayan terminado el libro. Los hay, en cambio, calmos. Hay lectores a quienes les gusta releer el mismo libro y los hay ávidos de novedades. Los hay noctámbulos y diurnos. Darle un margen a su manera de leer contribuye a consolidar el hábito.
La octava: No empeñarse en que le guste lo mismo que a sus padres. Hay que recordar que se está forjando su gusto por la lectura, no el de papá y mamá. Y hay que saber esperar para dar los libros adecuados en el momento oportuno.
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